lunes, 11 de septiembre de 2006

Voces de Purranque estrena su nueva "Pinta Dieciochera"

Aparte del cambio de "pinta" para enfrentar el dieciocho, el Voces de Purranque incorporará de ahora en adelante algunas lecturas interesantes de temas culturales en sus páginas.

Si se trata de textos encontrados en otros sitios de internet citaremos siempre la fuente, para que puedan visitar el sitio desde donde lo recopilamos
, por lo tanto si saben de algún sitio interesante envíen un correo electrónico, lo revisaremos y lo publicaremos en nuestras páginas.

Desde ahora he decidido reconocer la paternidad del Voces de Purranque - Digital. Así es que podrán ver el rostro del editor en el perfil del blog y mi identidad. Creo que es un buen hábito fomentar la comunicación responsable.

En esa misma línea, les cuento que los comentarios serán revisados y publicados. igual que antes. Hay comentarios que no se ublivan porque suelen ofender a terceras personas y como profesional no puedo fomentar la injuria ni la calumnia como una práctica legítima. Se puede criticar pero guardando el respeto y siendo fiel a la verdad.

Bueno, sin más presentación, les dejo este artículo que encontré en La Nación.



Pepe Fuentes y Daniel Muñoz calientan las fiestas patrias

Esto sí QUE ES cueca
El actor y el viejo cuequero repasan la revolución de cuneta que vive nuestro baile nacional. Acá no hay espuelas ni chinas. Acá hay sangre joven que renace en barrios del margen. Un álbum de fotos sacado del entretecho de la historia. Una fiesta popular que les recuerda a los de arriba que el poder es sólo un préstamo.

Richard Miranda (www.lanacion.cl)

En Avenida Matta 483 nada indica los ecos de fiesta que se esconden al interior del caserón. Mientras en la calle una mocosa se acerca a los vehículos que se estacionan con una sonrisa boba y lastimera, la puerta de madera vieja se abre.

Una escalera se pierde unos 10 metros hacia arriba terminando en un espejo que refleja la cara de Pepe Fuentes. Hombre de baja estatura, lentes de grueso marco, dedos endemoniados para la guitarra, máster en cueca, dueño de casa y anfitrión de este encuentro folk con cerveza a media tarde.

En la “Casa del artista” es dieciocho todo el año. La luz de la tarde se filtra en la nave central de la antigua casona y rebota en las innumerables fotografías que la decoran. En medio de Humberto Campos en implecable traje (el mejor cuequero de todos tiempos, según Fuentes) aparece Gael García Bernal abrazado con Pepe y María Ester, la dueña de casa.

Sobre el arrullo de unas palomas y entre murallas con olor a puerto aparece Daniel Muñoz, actor archiconocido y vicioso amante de la cueca urbana.

Mientras Pepe le cuenta a Daniel que una conocida murió de pena y que estuvo en el Quitapenas ahogando la tristeza, la casa se abre y deja a flor de boca un bar al mejor estilo Calle San Diego, una sala llena de libros con una vieja máquina de escribir Underwood, letras mecanografiadas en hojas de roneo, una batería, un teclado, un saxo recostado, escenarios.

Con escándalo

“Ya no me acuerdo hace cuánto tiempo nos conocemos. En encuentros, en la Vega, donde se juntaban los cuequeros viejitos, en La Estación Central. No sé, sólo sé que nos conocemos”, dice Fuentes mientras bebe un trago de cerveza. El que sí se acuerda claramente es el actor: “Don Tenysson Ferrada nos trajo a esta casa mientras hacíamos una obra de teatro hace muchísimos años. Después, cuando entré al ambiente cuequero, me enteré de la picá de Av. Matta, supe de don Pepe Fuentes y de María Ester, su compañera”. Así Daniel se enteró de que el primer domingo de cada mes se juntaban todos en un lugar que cobija a compañías de teatro, los bronces del Parquímetro y los domingos famosos, una fiesta que empieza a las dos de la tarde y termina a las dos de la tarde del lunes.

El amor por la cueca la traen en los genes. Daniel la heredó de su abuela cantora y de su padre baterista de banda tropical en San Fernando. “Mi padre tenía un disco que se llamaba “Cuecas con escándalo”. Me llamaba la atención el estilo que no era el que te enseñan en el colegio. Después estudié teatro y el 2000 conocí el mundo de la cueca”.

A la vida de Fuentes la cueca llegó antes que su primer diente. Niño, en Carahue, se crió en medio de cuecas y tangos. “Con tarros me armaba una batería, mi abuelita tocaba arpa, mi mamá la guitarra, mi papá la mandolina y el banjo. Cueca toda la vida”, dice mientras mira las fotos de amigos muertos.

Aunque ambos se enamoraron de la cueca en el campo de sus infancias, eligieron la ciudad para vivirla. Esa que no nació en la chacra sino “en los prostíbulos de la ciudad donde la iban a bailar Diego Portales, Manuel Rodríguez y todos esos…las chinganas les pusieron”, recuerda Fuentes.

De ese ambiente profano y popular de polvo que se levantaba del suelo a media tarde, en medio de alcohol y mochas, también se enamoró Muñoz.

“Mi primera cueca fue esa estampilla desabrida que te enseñan en el colegio. Que los colegios entreguen esa cueca de maqueta es el peor error cultural que se comete en Chile. Eso hay que romperlo. Porque la cueca es algo vivo que está en permanente transformación. Creo que en la ciudad se mantiene más fiel la esencia, el fuego y la vitalidad del origen, que es algo desconocido como el alma. Cuando estoy en un ambiente cuequero me siento cautivado, me altero, me pongo alerta, con mucho respeto, es como estar en un templo”, cuenta Daniel.

Arranquen cabros

Resulta imposible determinar qué o quién terminó con ese sabor cuequero de barrio, de suburbio, de alcohol, risa, sexo y fiesta proletaria. Fuentes, protagonista de tiempos antiguos, recuerda a pedido de Muñoz el clima de la Vega (reducto piedra angular de esta cueca de cemento).

“Nos juntábamos, llegaba Humberto Campos, iba a comprar cebollas y se formaba un grupito, cantabas y bailabas ahí mismo. De los viejos que quedan casi todos son veguinos”, dice perdiéndose en el concho ámbar de la cebada que muere en el vaso.

Daniel es un devoto y un investigador de ese mundo perdido. Un mundo donde los viejos competían inventando cuecas. “Los rotos se juntaban después de la pega… tomaban, bailaban, cuequeaban, si había sangre en el ojo se agarraban a combos. La cueca era viva, crónica. Enardecía y en un país arribista que quería una imagen educada del folclor esa imagen peligrosa se enterró”, dice con un brillo ocular que delata unas ganas enormes de haber vivido ese tiempo loco.

Y esa desaparición es el gran dolor de los viejos cuequeros. “El fallecido ‘Nano’ Núñez hablaba mucho de eso”, recuerda el actor. “A la cueca se le persiguió. El roto no tenía plata y estaba solo. Para matar las penas cantaba cueca. Era su grito. Ahí está la historia de Chile. Es como encontrar una fórmula matemática que abre significados”, teoriza Muñoz.

Y resolviendo el puzle histórico a Daniel se le va la vida. Pandero en mano, en sus colaboraciones con Los Tricolores y estudiando siempre, analiza el resurgimiento de la fiesta. “Aunque se intentó ocultar, la cueca surge en los grupos jóvenes que la hacen suya porque se sienten representados. Tenemos un gen. Ya no hay represión, ni peso social pa’ sepultar esta mala imagen… Ahora es fiesta y alegría”.

Si alguien hiciera una película recreando el ambiente choro de cueca prostibular, de trenes y sangre, Muñoz tendría que ser protagonista.

“Se están haciendo cosas a nivel documental para rescatar ese tiempo. El programa ‘Manzana’ acaba de grabar el ambiente cuequero de Estación Central. Esto es como un álbum de fotos que estaba guardado en el entretecho. Recién la investigación en foto y grabaciones está comenzando. Se requiere mucho conocimiento para llegar a hacer una película…”, dice Muñoz.

Fuentes dice que Mario Rojas es uno de los que está rebobinando la época. “Todavía queda gente. De hecho, el antiguo dueño del Rancho Criollo en Viña del Mar quiere hacer una película sobre ese tiempo”, agrega el viejo.

En medio de protagónicos en TV (“Huaquiman y Tolosa”) y las tablas (“Cocinando con Elvis”), Daniel no se pierde con las luces de la caja idiota. “La actuación es mi profesión, me gano la vida con ella. La cueca es mi pasión. Me siento feliz de haberla encontrado como razón para seguir vivo. De conectarme con mi pasado. Me siento misionero en ese sentido. Es mi vicio y mi necesidad”, dice mientras la tarde muere en Avenida Matta con eco de panderos.

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